lunes, 28 de marzo de 2011

PUEBLO DE NUEVO RICO

Eso es lo que parecemos. Que por aquí la crisis ha pasado de largo y los dioses nos han bendecido de dádivas para toda la vida. Una obra faraónica supera a la anterior y aunque los libros brillen por su ausencia en la nueva biblioteca o se regalen las entradas a mansalva en el nuevo teatro, lo importante es la foto de la inauguración. Lo demás, se nos dará, o mejor dicho, se nos quitará, por añadidura.
     En todas las economías familiares nos hemos apretado el cinturón para capear este temporal, del que, se pongan como se pongan, este Gobierno socialista de bandazos tiene bastante culpa. No hay una sola empresa por muy grande o pequeña que sea, que no haya hecho sus sacrificios rebajando los gastos y mirando con lupa por el euro. Sin embargo, aquí está el Ayuntamiento de Alcalá, para el que la crisis ni existe ni existirá. Mucho hablar por esa boquita de economía sostenible y de un desarrollo equilibrado, pero la planificación nefasta del tráfico obliga a quemar el doble de combustible que antes cada vez que nos tenemos que desplazar por el centro. Qué bonito cada vez que se autoproclaman ecologistas de salón, pero nunca la ciudad tuvo tanto derroche inútil de energía eléctrica por las noches. Nadie ha planificado un apagado automático de los monumentos a partir de cierta hora y ahí están iluminados como si esto fueran Las Vegas. Se entra por el camino viejo de Alcalá de madrugada y el nuevo teatro parece un casino en pleno funcionamiento. Hasta la pantalla gigante de TV sigue funcionando toda la noche emitiendo para nadie. Por no hablar de los focos del castillo. ¿Quién pagará todo este despilfarro de luz? ¿Serán nuestros ilustrísimos dirigentes políticos que se van a recortar sus sueldos millonarios? ¿Van a suprimir ese aparato infame de propaganda que nos cuesta a nuestros bolsillos un riñón y a nuestra inteligencia ni una sola neurona? No. Seguirán engordando la deuda que heredaremos de estos malos gestores de la res pública y el que venga atrás que arree, aunque al paso que vamos igual va a ser necesario que vuelvan los burros a Alcalá. Al menos sabremos con quién y de qué hablamos.

LLUEVE, LUEGO CONTAMINO

Salvo el parque nacional de Doñana, es difícil que se haya gastado más dinero en Andalucía para estudiar, analizar, remediar e intentar recuperar un espacio natural como el río Guadaíra. Desde la Universidad a los Ayuntamientos implicados a su paso, desde Bruselas con sus fondos monetarios hasta las organizaciones ecologistas más involucradas, pasando por la Junta, todos, absolutamente todos, pueden sentirse fracasados. El río sigue contaminado después de un esfuerzo titánico de 30 años por devolverle lo que le robamos: su cauce cristalino que inspiró a toda una escuela de pintura en Sevilla, los pleinaristas (galicismo para definir a los que pintan al aire libre). La acción destructiva del hombre ha borrado para siempre el recuerdo de nuestros mayores. Evocar que ellos pudieron bañarse y jugar en el río es como añorar un tiempo que no volverá porque nosotros con nuestra desidia así lo hemos querido. Cada uno con su grado de omisión o de pasotismo, todos somos culpables del desastre que bordea la ciudad.
La última payasada es que la Estación Automática de Alerta lleva inoperativa desde el mes de  junio por “actos vandálicos”, tal y como informa la Consejería de Medio Ambiente en su página web. Cada vez que la arreglan, o la roban o sufre los ataques de los gamberros que intentan destruirla. Así no se puede medir la calidad del agua. Lo cual no es condición sine qua non para constatar que cada vez que llueve el río aparece lleno de espuma blanca producida por la sosa cáustica vertida.
Es la impotencia llevada a sus extremos. Es como si cada vez que nos escupen el alpechín nos robaran un poquito más la esperanza de que esto pudiera tener arreglo. Es creer ya solamente en la acción implacable de las patrullas de medio ambiente de la Guardia Civil y la posterior acción de la Justicia. Mientras contaminar sea barato, por no decir gratis, nuestro río no tendrá remedio. Urgen ya castigos ejemplarizantes que acaben con este despropósito infame.

domingo, 27 de marzo de 2011

URINARIO PÚBLICO

Si por algo destaca el carnaval de Alcalá, esa impostura creada de la nada y auspiciada por nuestro Ayuntamiento, es por la zafiedad. Sí, no podemos estar orgullosos de tener a gala un día en que pareciera que hay plena libertad, no para criticar al poder o reírnos de nosotros mismos, sino para mear con total impunidad en nuestras calles. Esta fiesta de diversión, salvo honrosas excepciones que las hay, claro está, se ha convertido en una apología del alcohol y las borracheras de nuestros jóvenes. Vergüenza ajena es lo que se siente cuando llega el desfile de autos y las aceras se convierten en un urinario público de chavales que han estado bebiendo desde por la tarde y no pueden controlar sus esfínteres. Ya no buscan un apartado rincón o el permiso del dueño de un bar para hacer sus necesidades, sino que protegidos por la masa y desinhibidos por la embriaguez, lo hacen en cualquier portal o fachada, importándoles muy poco su pudor. Es más, no te enfrentes a ellos, porque encima se envalentonan. Eso no casa con ningún espíritu carnavalero de convivencia y armonía. No tiene ni la gracia ni la consistencia que debería imperar en estas celebraciones. Incluso las carrozas, insisto en que no se puede generalizar, son bastante chabacanas. Casi todas giran en torno a lo mismo: el mostrador que reparte cubatas a diestro y siniestro como si ese día fuera el único del año en que se pudiera beber por una impuesta ley seca. Es patético ver cómo los sanitarios de Cruz Roja atienden los comas etílicos de gente que o no está acostumbrada a beber o cree que esta droga consentida y promovida les exime de responsabilidad por ser carnestolendas.
Si nuestras autoridades municipales no tratan de ponerle freno a estos desmanes, que nada tienen que ver con la mascarada, conseguirán dos cosas. Una, que algún año para nuestra desgracia, ocurra un incidente de imprevisibles consecuencias. Y la segunda, se habrán cargado el carnaval por falta de jolgorio y sano regocijo.

LA FAROLA

Los medios de comunicación independientes tienen como misión ser un contrapoder, criticar a este cuando se equivoca y alabarle con los aciertos. ¡Ah! ¿Pero alguna vez escriben bien de nuestros dirigentes? ¿Es acaso noticia que las cosas funcionen? Pues no debería serlo, pero dado el grado de dejadez de unos, los que deberían preocuparse por el bien común; y el acomodo de los administrados, que somos incapaces de reclamar y protestar cuando los servicios del Ayuntamiento son deficientes, sí, es digno de escribirse negro sobre blanco que un día se ponga una reclamación porque una bombilla de una farola tintinea y al día siguiente vengan y la arreglen. ¿Cómo? ¿Que solamente tardaron 24 horas en reparar la luz que usted dijo que le molestaba? Así es. Bastó rellenar una instancia en la oficina de la Plaza del Duque y sorpresa, en la jornada siguiente una grúa realizaba el cambio. No me lo puedo creer ¿No sería una casualidad? A lo mejor estaban trabajando por la zona y coincidió, de ahí el poco tiempo transcurrido. No, me consta que otras farolas con problemas en el barrio, que o bien están fundidas o que no alumbran suficiente, siguen así porque nadie se preocupa de ponerlo en conocimiento de los técnicos encargados del servicio. Sí, ya sé que nosotros no tenemos que estar pendientes de esto porque no es nuestro cometido, al igual que nadie nos echa una mano en nuestro trabajo y la mayoría de las veces lo tenemos que sacar nosotros solitos adelante, pero tampoco está mal tener un poco de consciencia ciudadana. Contribuir con un pequeño esfuerzo, acercarse a una oficina pública y exponer en un papel lo que deseamos que se arregle, facilita mucho su solución.
Muchos de los problemas que ocurren en nuestro pueblo son por la falta de participación de los alcalareños. Si nos llaman para mirar una procesión, un desfile de caballistas o una cabalgata de Reyes Magos, allí que acudimos en masa. Si por el contrario nos convocan las asociaciones de vecinos para hacernos partícipes de sus inquietudes, miramos para otro lado. Así no es tan justo protestar luego. 

EL MUSEO

Los que amamos a Alcalá porque cada vez nos gusta menos lo que están haciendo con ella, estamos de enhorabuena. El Museo empieza a ser una excepción de este tedio de ciudad-dormitorio ciudad-experimento. En el mundo feliz que nos vende el Ayuntamiento, donde todos retozamos en la ribera recuperada de un río límpido, en el que se ven hasta los guijarros del fondo de sus transparentes aguas, hay un trozo de verdad no contaminada por la propaganda: las exposiciones de El Museo. Allí, en la quietud de ese edificio industrial recuperado para preservar lo poco que nos queda de memoria, se puede visitar hasta el 8 de diciembre la colección de pinturas y bocetos de Joaquín Sáenz “La imprenta de San Eloy”. Comprada en los años 80 por la Diputación de Sevilla, esta magnífica muestra es un homenaje a un oficio que pasó a mejor vida gracias al puñal mortífero de la informática: el impresor y su mundo de tipos móviles, chibaletes de composición, minervas y tintas espesas.
En 1815 Ned Lud dio nombre a un movimiento ingenuo, los “luditas”, que propugnaban la destrucción de las máquinas porque quitaban mano de obra en los telares de Inglaterra. Era como intentar tapar el sol poniendo un dedo delante de tus ojos. Por supuesto nada tenían que hacer frente al progreso, pero supuso las bases de una conciencia obrera. Sáenz no destruyó ni quemó nada cuando su negocio familiar “Gráficas del Sur” cayó bajo la piqueta del modernismo. Pero nos dejó para el recuerdo estos cuadros que huelen a imprenta, a vaivenes de máquinas en movimiento que lo mismo escupen una invitación de un acto literario que los albaranes de una tienda de ultramarinos. Son el homenaje triste y único de una forma de imprimir, que feneció ahogada por el offset y el tratamiento informático de textos en los ordenadores. Nada que objetar al desarrollismo. ¿O es que alguien echa de menos la máquina de escribir y el tippex? El problema es que muchas veces se asocia el sistema de producción con el entorno. Y en este como en muchos otros casos puede estar disociado. La muerte de los sistemas obsoletos de impresión no tiene por qué implicar que las herramientas desaparezcan.
Sirva esto de reflexión para ese centro de interpretación, o como leñe se le llame ahora, que nos están preparando sobre la industria del pan de Alcalá.