lunes, 28 de marzo de 2011

LLUEVE, LUEGO CONTAMINO

Salvo el parque nacional de Doñana, es difícil que se haya gastado más dinero en Andalucía para estudiar, analizar, remediar e intentar recuperar un espacio natural como el río Guadaíra. Desde la Universidad a los Ayuntamientos implicados a su paso, desde Bruselas con sus fondos monetarios hasta las organizaciones ecologistas más involucradas, pasando por la Junta, todos, absolutamente todos, pueden sentirse fracasados. El río sigue contaminado después de un esfuerzo titánico de 30 años por devolverle lo que le robamos: su cauce cristalino que inspiró a toda una escuela de pintura en Sevilla, los pleinaristas (galicismo para definir a los que pintan al aire libre). La acción destructiva del hombre ha borrado para siempre el recuerdo de nuestros mayores. Evocar que ellos pudieron bañarse y jugar en el río es como añorar un tiempo que no volverá porque nosotros con nuestra desidia así lo hemos querido. Cada uno con su grado de omisión o de pasotismo, todos somos culpables del desastre que bordea la ciudad.
La última payasada es que la Estación Automática de Alerta lleva inoperativa desde el mes de  junio por “actos vandálicos”, tal y como informa la Consejería de Medio Ambiente en su página web. Cada vez que la arreglan, o la roban o sufre los ataques de los gamberros que intentan destruirla. Así no se puede medir la calidad del agua. Lo cual no es condición sine qua non para constatar que cada vez que llueve el río aparece lleno de espuma blanca producida por la sosa cáustica vertida.
Es la impotencia llevada a sus extremos. Es como si cada vez que nos escupen el alpechín nos robaran un poquito más la esperanza de que esto pudiera tener arreglo. Es creer ya solamente en la acción implacable de las patrullas de medio ambiente de la Guardia Civil y la posterior acción de la Justicia. Mientras contaminar sea barato, por no decir gratis, nuestro río no tendrá remedio. Urgen ya castigos ejemplarizantes que acaben con este despropósito infame.

No hay comentarios: