miércoles, 3 de octubre de 2012

El territorio político es un proindiviso

Este año, la Hispanidad del 12 de octubre, en Cataluña

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Pero ahora, tal como ha dibujado el debate Mas, ya no cabe silbar. La propuesta secesionista no permite la equidistancia, por la misma razón que no hay un punto intermedio sobre el matrimonio homosexual. A favor o en contra. Tampoco cabe la retórica de la reacción, ese empalagoso “la culpa es que no nos quieren”. Si pueden, que fundamenten su propuesta, que no es sencillo, pero que no se justifiquen. Me fascinan las piruetas de quienes, para defender ideas que hace dos días consideraban desvaríos, se explican a sí mismos. Toda su teoría es la de Jeanette: “Yo soy rebelde porque el mundo me hizo así”. Hacer sociología de uno mismo es negarse la capacidad de juicio. Deshonestidad intelectual.
El debate está abierto y, por supuesto, cabe abordar sus fundamentos. Algunos hemos dedicado libros a ello, pero, si me permiten una recomendación, busquen Secession, un clásico reciente escrito por un filósofo de procedencia marxista, Allen Buchanan. Su tesis es sencilla. El territorio político es un proindiviso, no una sociedad anónima. No es un contrato entre partes. Sevilla es tan mía como de un sevillano. O tan poco. Todo es de todos sin que nada sea de nadie en particular. Se decide en ese espacio jurídico, no se decide ese espacio. Mi propiedad es legítima porque existe previamente ese terreno común. Se vota dentro de las fronteras, no las fronteras. El “derecho” a la separación es, si acaso, derivado, respuesta a una violación sistemática de derechos básicos, como sucede con las colonias. La democracia resulta imposible si una minoría, en desacuerdo con las decisiones, amenaza con “marcharse con lo suyo”. Entonces la democracia rompe su vínculo con las decisiones justas y se convierte en un juego de amenazas. Lo podríamos llamar “el teorema de Marbella”: con una identidad compartida —que da el dinero— a prueba de carbono 14 y un “expolio fiscal” estratosférico, los marbellíes no pueden decidir que “se van con lo suyo”, porque, aunque dueños cada uno de su parcela, Marbella no es suya con independencia de una ley de todos y dentro de la cual cobra sentido hablar de mío y tuyo.
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Extracto del artículo publicado en El País por Felix Ovejero "Teoría y práctica de la independencia" Para leerlo completo pinchar aquí

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