lunes, 7 de enero de 2013

El único bar que no hace huelga

La iconografía de los nuevos tiempos, el fascismo guay de rojo

Embajadores es ese barrio de Madrid donde el único progresista que se siente a gusto por que lo respetan es Joaquín Sabina. Los demás, no duran ni medio año entre tanto multiculturalismo. Peleas multiculturales por controlar el mercado multicultural de las sustancias ilegales multiculturales. Navajazos multiculturales por quítame allá ese paja de ese ojo multicultural que todo lo controla, de esa falsa convivencia que supone, uno, la crisis, dos, la crisis, y tres, la crisis multicultural. Si a eso se añade las borracheras de fin de semana, los ruidos, la falta de espacio, el precio desorbitado de las viviendas, la suciedad, los pisos pateras con subalquileres más subpateras aún, etc. se empezará a comprender cómo los madrileños han huido despavoridos de su barrio en cuanto se les ha presentado la más mínima ocasión.

Allí en la calle Zorita hay un bar que nunca hace huelga, como su propio nombre indica. Es el lugar idóneo para que los dirigentes sindicalistas puedan tomarse tranquilamente sus cervecitas después de cada una de las manifas que se convocan a diario en la capital (han llegado a coincidir 68 en un solo día). Nadie entonces les podrá increpar por ejercer uno de los derechos reconocidos hasta por Naciones Unidas: reponer fuerzas después de los alardes. "¡Eh, que nosotros estamos de huelga!", podrán aducir y salvar así el tipo, el tipo sindical. El que todavía cotiza al alza.

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