El laberinto de Alcalá |
Dios
quiera que no haya una catástrofe en Alcalá que obligue a entrar o irse con
urgencia del centro. A la estrechez de la calle sor Emilia para acceder como
vía principal se une ahora su homóloga de la calle Gestoso para salir. Dos
auténticos cuellos de botella, dos esquinas malditas de noventa grados, dos
ratoneras por donde se acumula el tráfico que nuestros amadísimos concejales de
nómina parece que ni sufren ni padecen. Dos atascos continuos en hora punta.
En
cualquier ciudad medianamente seria, dada la gravedad del asunto, se habría
contratado una obra con dos o tres turnos para solucionar la urgencia de tener
la calle Orellana cortada por tanto tiempo. Pero esto es Alcalá. Otra dimensión.
La ciudad donde te levantas un día y te han cambiado el sentido de una calle
con una facilidad pasmosa. Donde les juro que más de una vez he tenido que
echarme a un lado mientras conducía para analizar mentalmente, entre obras,
calles cortadas, cambios de última hora y demás zarandajas, por dónde tengo que
volver a casa. Aquí los navegadores con mapas o revientan o lían al más pintado.
Los repartidores de Sevilla rezan todos los días un avemaría para que nos les
toque entregar nada en Alcalá; antes prefieren que se les pinche una rueda o
quedarse tirados sin gasolina por el extrarradio.
El
tráfico sigue siendo la asignatura pendiente. Un caos al que parece que somos
incapaces de buscarle una solución coherente que satisfaga por partes iguales a
vecinos y comerciantes. Y por si faltara alguna guinda al pastel, ojito que
estudian imponernos la zona azul, otro truco para sacarnos más dinero para
pagar los estropicios de estos gestores de pitiminí. Los mismos que han
arruinado económicamente a la ciudad con una deuda que ni ellos son capaces de
contabilizar y enseñárnosla. (No vaya a ser que se les caiga por vergüenza algo
del rostro).
PUBLICADO EN LA VOZ DE ALCALÁ EL 15 DE ENERO DE 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario